Los siguientes criterios pretenden orientarnos mínimamente en qué pasos podemos ir siguiendo para acercarnos al consumo responsable de una forma activa. Por eso mismo, están ordenados de menos a más transformadores:

1. Infórmate de lo que compras. A pesar de la gran cantidad de información que nos rodea o justamente por eso mismo, sabemos poco sobre los productos que compramos y consumimos: ¿De dónde vienen las materias primas con las que se elaboró el producto? ¿En qué condiciones laborales de produjo? ¿Qué sabemos de la empresa o capital privado que hay detrás del producto? ¿Qué impactos ambientales y sociales ha tenido la producción y distribución de ese producto? Por ello, un primer paso para un consumo crítico es preocuparnos por recibir esa información. Hay revistas, portales web y medios de comunicación alternativos que ofrecen ese tipo de información, pero además puedes y debes exigir el cumplimiento de las normas relativas a la transparencia informativa sobre productos y empresas. En todo caso, cuanto más local es nuestro consumo, más posibilidades de obtener información sobre el producto tenemos, porque los medios a nuestro alcance son mayores. Por lo tanto, si consumimos productos de temporada, locales y ecológicos, tenemos muchas más probabilidades de saber que nuestro consumo tiene menos impacto ambiental y social.

2. Defiende los derechos del consumidor. Las normas que protegen los derechos que tenemos como consumidores en muchas ocasiones no se cumplen y nuestro silencio perpetúa el problema. Por ejemplo, podemos pedir que se cumplan las normas relativas a la transparencia informativa (sobre el producto en la publicidad, en el establecimiento y en el propio producto) o ante un abuso (engañoso etiquetado, cobros indebidos, letra pequeña abusiva).

3. Reduce para vivir mejor. De las famosas 3 erres (Reducir, Reutilizar, Reciclar) la que más se difunde es la última, Reciclar y, sin embargo, es mucho menos importante que Reducir. Nuestro modelo de consumo despilfarrador y dogmáticamente desarrollista se basa en la producción constante de nuevas “necesidades”, por ello la reducción del consumo es imprescindible para ir hacia una sociedad más sostenible. Ya sabemos que la espiral consumista no nos hace más felices, así que podemos aspirar a vivir mejor con menos.

4. Elige productos y servicios locales. Los productos locales evitan gastos innecesarios de transporte y, por lo tanto, sus impactos ambientales (emisión de contaminantes al aire, construcción de infraestructuras de transporte, despilfarro energético, etcétera). Además generan empleo de mayor calidad y los circuitos cortos fomentan una mayor distribución de la riqueza.

5. Elige productos ecológicos. La producción ecológica intenta no impactar de forma negativa en el entorno durante todo el ciclo de vida del producto, desde su fabricación hasta su eliminación. Para ello, se evita el uso de productos contaminantes y tóxicos, un consumo excesivo de energía o la extracción irresponsable de las materias primas en la fabricación, pero también se tiene en cuenta el diseño del producto para que sea lo más duradero posible y fácilmente reutilizable o reciclable. Así, ni su uso ni su eliminación tendrán impactos en el medioambiente o en la población.

6. Elige productos que disminuyan la injusta distribución de la riqueza. Los productos que se elaboran en condiciones laborales precarias fomentan una distribución injusta de la riqueza, sin embargo, hay producción y servicios con sueldos dignos, basados en la cooperación y el reparto horizontal de las tareas.

7. Cambia tus hábitos de consumo. Conocer el impacto de nuestro consumo nos permite cambiar hábitos de consumo social y ambientalmente insostenibles y tomar conciencia de nuestra capacidad de acción. Para empezar, la elección del tipo de comercio en el que compramos es clave. El pequeño comercio de barrio genera mayor riqueza social y mejor distribuida que los supermercados e hipermercados. Si además nos provee de productos locales y ecológicos, reducimos los impactos negativos de los grupos multinacionales y del modelo de venta en grandes superficies (eliminación de la actividad comercial y civil local, acumulación de ganancias en grandes empresas multinacionales, desarrollo urbanístico y de infraestructuras despilfarrador…

8. Presiona a instituciones y empresas insostenibles. Nuestro modelo de consumo social y ambientalmente insostenible depende de las normativas neoliberales que rigen los mercados y los procesos de globalización (como la externalización de la producción o la desregulación de los mercados). El poder de algunas empresas multinacionales también les hace esenciales en ese entramado. Por ello, nuestro papel como consumidores también debe llevarnos a denunciar estas normativas, el papel que hacen las grandes instituciones multilaterales e, incluso, a ser capaces de boicotear los productos de una empresa cuando se lo merezca.

9. Colabora en proyectos de consumo crítico y responsable. Hay muchos proyectos de consumo crítico y responsable funcionando. Participar en ellos permite el cambio hacia otro modelo de consumo a la vez que tus propios hábitos de consumo son algo más críticos y sostenibles.

10. Construye alternativas de consumo. Si en tu localidad faltan estos proyectos de consumo crítico y responsable, es necesario dar un paso más y ponerlos en marcha. Es importante que los proyectos se adapten a la realidad social de tu localidad y que generen un espacio de confluencia social. En las fichas encontrarás muchas ideas.