Toni Rodríguez, Ben Magec-Ecologistas en Acción

Un proyecto que aúna cooperación, feminismo y ecología

La energía solar fotovoltaica tiene un potencial de desarrollo ilimitado en lugares de alta insolación como España, que sólo frena la falta de voluntad política. En el mundo rural de muchos países africanos, con más sol aún y donde no hay red eléctrica, es casi la única posibilidad de poder acceder a electricidad, de tal forma que la población pueda mejorar sus difíciles condiciones de vida.

En los primeros días de 2006, tres miembros de Ben Magec-Ecologistas en Acción se desplazaron a Louga, región al norte de Senegal, donde una ONG canaria, la Casa de África, está impulsando un proyecto experimental que puede mejorar sustancialmente las condiciones de vida –en especial de las mujeres– de esa zona. Se trata de la instalación en cuatro pueblos de molinos de grano que funcionan con energía solar fotovoltaica, proyecto que se realiza en colaboración con la Federación de Campesinos de Louga (FAPAL).

Estos molinos eléctricos sustituyen la labor de molienda tradicional, especialmente de mijo, que es su alimento básico. Esta labor la realizan las mujeres durante una media de dos horas al día, un durísimo trabajo físico que a menudo les causa de serios problemas de espalda ya desde que son jóvenes. Las ventajas de los molinos solares frente a los movidos por motores diesel, más allá de los aspectos de sostenibilidad, son múltiples y tremendamente pragmáticas: simplicidad y bajos costes de funcionamiento y mantenimiento, no es necesario combustible alguno –que en muchas épocas del año escasea–, etc.

Una vez instalados los molinos (según la patente que se puede consultar en www.alternativascmr.com), la gestión de los mismos se ha delegado en las mujeres molineras, que además reciben algo de dinero a cambio por esta labor para complementar sus rentas. Las mujeres son la clave de la vida en los poblados: cuidan de los hijos, van al pozo a por agua, muelen los cereales, preparan la comida, van a buscar leña, compran alimentos, van a vender al mercado, etc. Muchas veces hasta sus hijos abandonan la educación –sobre todo las niñas– para ayudar en las tareas del hogar. Si se les liberara de parte de estas faenas, tienen más tiempo para otro tipo de actividades: formativas (alfabetización, formación profesional) o productivas (venta en mercado, huertos comunitarios, ganados de propiedad colectiva).

El hecho de que las mujeres gestionen estos molinos da mayor seguridad a los objetivos que se persiguen, ya que lo recaudado se dedica a proyectos comunitarios mediante microcréditos. Finalmente, el mantenimiento de los molinos también se realiza por las propias mujeres, que han recibido formación sobre el uso, manejo y mantenimiento del molino –por otra parte, mínimo–. Este aspecto es muy importante, porque es habitual que miles de aparatos instalados vía cooperación en África no contemplen el mantenimiento y cuando se estropean, se abandonan, provocando muchas veces el fracaso del proyecto así como la frustración, pérdida de confianza y desilusión de las poblaciones con respecto a la ayuda exterior que brindan las ONG.

Tras el periodo de pruebas en el que actualmente se encuentra el proyecto, la Casa de África tiene pensado extender estos molinos solares por otros pueblos, de tal forma que se pueda seguir aunando ecología y colaboración con el mundo rural del África occidental, y particularmente con sus mujeres.