Los cerros que enmarcan la Ermita de Santiago poseen un elevado interés ecológico. Pese a que en el pasado se vieron sometidos a intensa actividad extractiva -relacionada con la explotación de los yesos con fines industriales- hoy recuperan paulatinamente su cobertura vegetal. La vegetación gipsófila se desarrolla sobre sustratos yesosos, suelos poco desarrollados en los que dominan sulfatos, magnesio y calcio, pudiendo estar enriquecidos con cloruros.

Destaca en estas lomas la costra liquénica, un mullido y breve tapiz vegetal que, sin embargo, brinda un primer abrigo a la desnudez de suelos desprotegidos ante la erosión. Este hábitat está dominado por comunidades de caméfitos y pequeñas matas, a veces acompañadas de gramíneas amacolladas (albardín, esparto).

Hay una notable presencia de interesantes especies como Lepidium subulatum, Teucrium capitatum, Campanula erinus, Ziziphora hispanica, Pistorinia hispanica, Dipcadi serotinum o Ephedra nebrodensis, entre otras muchas.