Ecologistas en Acción de Extremadura quiere recordar que el 11 de marzo de 2011 se produjo el accidente nuclear en la central de Fukushima (Japón). En aquel momento se estaba produciendo una verdadera ofensiva de la industria nuclear para intentar revertir su declive. En efecto, esta industria se encuentra en crisis y trata por todos los medios de mejorar su situación en el mundo. Por un lado intenta vender más reactores, sobre todo en los llamados países emergentes, con China a la cabeza, y por otro presiona para que se prolongue la vida de las centrales que funcionan en los países industrializados, lo que constituiría un verdadero negocio para las empresas que las explotan, pero supondría un notable aumento del riesgo y del volumen de residuos a gestionar.

Las centrales que han cumplido más años están ya amortizadas, de modo que los gastos de producción se reducen a gastos de personal, mantenimiento y combustible, lo que supone entre el 25 y el 30 % del precio total del kWh, considerando la amortización. Además, hay que tener en cuenta que las centrales nucleares se libran de pagar muchos de los servicios que externalizan, ya que una parte lo paga el Estado. Por lo tanto, en el caso de un mercado eléctrico marginalista como el español, esto significa que estamos pagando el kWh a varias veces lo que le cuesta producirlo. Por otro lado, las centrales envejecidas se ven obligadas a reparaciones constantes, lo que supone una demanda importante para empresas tecnológicas y de bienes de equipo.

El accidente de Fukushima volvió a recordar al mundo algo que parecía haber olvidado: que la energía nuclear es peligrosa. Que por muchas precauciones que se tomen no se puede prever todo y finalmente puede ocurrir un accidente. Y el de Fukushima se clasificó como el segundo más grave de toda la historia en cuanto al número de víctimas, tras el de Chernóbil. El accidente de Fukushima tiene dos particularidades: se produce por un fenómeno externo a la central y en un país que es una potencia tecnológica de primer orden. Lo primero muestra una nueva dimensión de la seguridad nuclear: es imposible prever todo lo que pueda llegar a ocurrir en las cercanías de las centrales, especialmente es imposible prever las posibles acciones humanas maliciosas. Lo segundo es revelador: ni siquiera un país como Japón puede evitar un accidente como éste, ni vencer los enormes desafíos que supone la contaminación radiactiva del agua y del territorio.

Ecologistas en Acción de Extremadura quiere hacer notar que actualmente Fukushima está arrojando niveles record de radiactividad, seis años después del accidente, y mientras tanto en España se sigue hablando de reabrir Garoña, central muy similar a Fukushima, y ampliar la vida útil de Almaraz y del resto de centrales nucleares en el Estado español. Todo ello a costa de incrementar el riesgo de accidente y continuando con la producción de residuos radioactivos de imposible gestión, que terminarán pagando las presentes y futuras generaciones, además de sufrir el retraso de la llegada de un modelo energético renovable, sostenible y democrático.