Mil años de agroecología.

Ángel Galdo. Revista El Ecologista nº 50.

El sistema de intensificación agrícola de Pegalajar, Jaén, aún no ha podido ser datado por los historiadores, aunque parece claro su origen arabobereber. La revolución agrícola que llevó al esplendor del Califato andalusí necesitó iniciarse al menos en el siglo IX, pero puede también que se trate de una obra posterior, de culminación de esa tecnología.

A partir de la Fuente de la Reja, surgencia natural del acuífero de roca caliza, se alimentaba una pequeña laguna, La Charca, desde donde se regulaba la salida del agua hacia un intrincado sistema de acequias e hijuelas. Así unos 200 litros por segundo eran llevados por su pie hasta los innumerables bancales construidos en piedra seca, alrededor de 500 hectáreas; un agua muy bien aprovechada, porque afloraba y se reutilizaba varias veces ladera abajo con usos varios de tipo agrícola (cultivo de frutales y hortalizas), doméstico (lavadero) e industrial (molinos de cereales).

La humedad del suelo fue tenida en cuenta no sólo para alimentar la producción vegetal sino como elemento constructivo. Un exceso de agua puede reventar los bancales, allí llamados hormas o pollos, así como su carencia termina por desmoronarlos, que es lo que está sucediendo ahora.

Para asegurar esa precisa humedad del suelo, desde su creación hasta 1988 (fecha de la fatal desecación del manantial), 14 aguaores profesionales pagados por unos 400 propietarios se ocupaban de abrir y cerrar los partidores de la red de caces o acequias, con el objetivo de inundar sucesivamente cada bancal durante dos horas cada dos días.

La habilidad técnica de aquellos agricultores, quizás importada del Yemen, y la capacidad de organización de la sociedad tribal bereber, con la necesaria complicidad del Estado andalusí, convirtieron una ladera de montaña caliza en el único humedal artificial de gran tamaño que existe en España y quizás en Europa.

Según el profesor Miquel Barceló, de la Universidad de Barcelona, la extensión media que irriga una acequia en el área del Mediterráneo es de una hectárea y media, cuando en Pegalajar esa superficie es entre 300 y 400 veces superior.

Denominación de origen medieval

En 1988, cuando desaparece el agua, las huertas de Pegalajar ya no eran lo que habían sido, una empresa colectiva de exportación agrícola, una especie de denominación de origen medieval, que colocaba sus productos en Córdoba y en Toledo.

Hace 20 años la agricultura industrial ya había ganado la partida a la tradicional, y ya no eran mayoría los horticultores a tiempo completo. La mayoría de la producción era para el autoconsumo familiar. Por eso, cuando la generalización de las bombas mecánicas lleva a la sobreexplotación del acuífero, a muchos el nuevo destino del agua les parece preferible. Ese nuevo destino son las piscinas, las segundas residencias, las fábricas, y la voracidad consumista de la sociedad moderna, que sí presenta réditos en la economía oficial y en la electoral.

Los propietarios de las huertas más cercanas al pueblo, y alguno de los grupos políticos municipales, se frotaban las manos imaginando un brillante futuro urbanístico para Pegalajar, a 15 km de Jaén capital, inspirados en el éxito de la Costa del Sol y el concepto de pueblo dormitorio. El agua y la tierra, elementos vitales para la preservación del medio, convertidos en moneda de cambio para la especulación salvaje que arrasa con todo.

La modernización a toda costa

Sin embargo, en 1992 un grupo de ciudadanos se organiza en la Asociación Vecinal Fuente de la Reja que, lenta y trabajosamente, acaba por convertirse en un referente andaluz y español de la lucha ruralista.

Tachados de ecologistas por quienes prefieren la modernización al coste que sea, en realidad la motivación central de la Asociación es la lucha por la verdad, la dignidad y el derecho previo de los agricultores tradicionales y no comerciales de Pegalajar. Una gran pintada, borrada por la autoridad y repintada muchas veces, dice en los muros de La Charca hoy dolorosamente seca: “A quienes la vida di, les reclamo en justicia que no me dejen morir”.

Ese modesto derecho a la autoproducción y a la agricultura recreativa, por fortuna arrastra consigo valores como el de la aplicación de las leyes, la preservación del patrimonio natural e histórico y el respeto a la personalidad colectiva. En Pegalajar, el pueblo de La Charca, esa personalidad reside en el inteligente manejo masivo del agua.

La posición oficial en Pegalajar es que la Fuente se desecó debido a la sequía –el cambio climático–, y que el Estado para compensarlo ya ha hecho sobradamente lo que debía: autorizar el riego por goteo de centenares de hectáreas de olivar con agua bombeada del río Guadalbullón. La gente de la Asociación de la Fuente de la Reja no tenía tan claro que su enemigo fuera la sequía y desde un principio demandó de la ciencia y de la Administración datos rigurosos sobre la estructura de los acuíferos y valoraciones oficiales de la situación.

Descontrol de las extracciones

Producto de esa estrategia se emite en 1992 por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir la declaración de sobreexplotación del acuífero, considerado el de menor tamaño en esa situación en España. Esa declaración nunca termina de redundar en las necesarias medidas de control de las extracciones, legales e ilegales.

En 1996, por intermediación del Defensor del Pueblo andaluz, la Consejería de Cultura cataloga el sistema Fuente-Charca-Huerta de Pegalajar como Lugar de Interés Etnográfico, cosa que implica un Plan de Protección todavía por redactar, que impida toda acción destructiva sobre el territorio.

Varias veces en estos años una caravana de autobuses viaja a Sevilla desde Pegalajar, con la intención de manifestarse ante las autoridades competentes, la Confederación o el Parlamento de Andalucía, aparentemente sin resultados. La cantidad y la calidad de las acciones de lucha de la Asociación Vecinal forman un expediente realmente inigualable, siempre sin recurrir a violencia y mostrando respeto a los intereses de los pueblos vecinos.

Próximos al cansancio, en 2005 la Asociación hace un llamamiento a toda Andalucía para construir una Plataforma de apoyo, con una respuesta considerable, y entre ellas la de Ecologistas en Acción. Ese mismo año la Junta le concede el Premio Andalucía de Medioambiente y, ya en 2006, la Fundación de la Nueva Cultura del Agua, de ámbito estatal, hace lo propio, confiriendo a la lucha de la Asociación un reconocimiento incompatible con su condición, hasta entonces, de políticamente incorrecta.

En ese tránsito fue importante la aportación de numerosos profesionales de prestigio. Entre otros, Salvador Mesa, etnobotánico; Javier Escalera, antropólogo; Leandro del Moral, geógrafo; y diversos expertos en derecho ambiental, hidrogeología, patrimonio cultural, agricultura ecológica…que aportaron a la lucha los argumentos incontestables de la ciencia.

En el campo de la política también ofrecieron su apoyo incondicional varios grupos y organizaciones políticas y sindicales: IUCA, Los Verdes, SOC… y diversos colectivos sociales, ecologistas y culturales de toda Andalucía, sumados a la Plataforma en los últimos años.

Comité de expertos

Por fin, en abril de 2006, se reúne una Mesa de Expertos convocada por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y el Instituto Andaluz el Agua, que viene a determinar la intuición que dio lugar a la Asociación Vecinal, pero 15 años después.

Se reconoce que la sequía, aunque tiene que ver, no es el verdadero malo de la película sino las extracciones abusivas del acuífero, y se deja sentado el supuesto funcionamiento interior del acuífero, así como su relación con los adyacentes. Finalmente, se toman una serie de medidas que deben llevar a su recarga natural, quizás antes de un año.

El problema de Pegalajar ha sido el robo de la Fuente de la Reja, debido a una mala gestión del acuífero y a una falta de voluntad política para buscar una solución demandada por los vecinos sin el suficiente apoyo institucional. Pero parece que el agua puede que vuelva pronto a donde solía. El asunto es que esa vuelta genera un nuevo problema, desde luego preferible, pero igual o más difícil de afrontar. ¿Qué hacemos con el agua cuando vuelva, verla pasar?

Nuevos valores económicos y culturales

Ahora somos mucho más conscientes de los valores únicos del sistema de intensificación agrícola de Pegalajar, ecológicos, agroecológicos, científicos, recreativos, terapéuticos… que habían pasado desapercibidos incluso a sus disfrutadores cotidianos.

Pero también es verdad que ya no están todos los hombres mayores que sabían utilizar aquello en 1988; que los que quedan son casi 20 años más viejos; y que la mayoría de los jóvenes ni quieren saber de agricultura. Una vez vuelta el agua a la Fuente de la Reja se abre una oportunidad muy especial a los ecologistas, percibidos por muchos como eternos partidarios del No. En Pegalajar la naturaleza y la historia nos dan la oportunidad de ayudar a construir un paraíso productivo.

Más que construir, en Pegalajar se trata de reconstruir, porque la sociedad contemporánea, con sus grúas, hormigoneras y asfaltadoras no puede competir con la delicadeza y respeto de la tecnología andalusí. Ellos mejoraron el entorno, creando un microclima y multiplicando su biodiversidad. A nosotros nos corresponde darle de nuevo un valor económico que ya no tenía a finales del siglo XX, que le garantice su sostenibilidad y su perduración por otros mil años, al menos.

Éste es un reto que nos obliga, no sólo a los vecinos de Pegalajar, sino a quienes queremos hacer de nuestro discurso una realidad posible y veraz.